saludando al dia

Era Junio del 96 y así arrancaban las mañanas en la Cadena Ser:



"Buenos días. Hay ocasiones en las que uno, sin darse cuenta, pone primero el pie derecho en el suelo al levantarse y a partir de ahí todo va sobre ruedas. Te miras por la mañana al espejo y tu cara luce radiante. Dejamos atrás el dolor atenazante de la espalda, nos sometemos a una sesión intensa de peluquería casera, nos pintamos las uñas y cambiamos de pendientes. Cuando asomas por el trabajo, todos notan la transformación, ya no tanto física sino espiritual. Cuando das los buenos días, lo haces alto y claro, extensivo a todos y regalando una amplia sonrisa. A media jornada, comienzas a tararear esa de los limones empalagosos y tus energías están preparadas para afrontar la labor con ímpetu. Te mueves con soltura, la mente no está embotada y tienes claridad de ideas. Te permites gastar alguna broma, aumenta tu charlatanería, surge la risa fácil y el amor hacia los demás es bien patente. Crees en ti misma, confías en tus posibilidades, tu cuerpo está ágil pero sosegado. ¿Que más podemos pedir?... Todas estas sensaciones han estado presentes en nosotros alguna vez, cuando toca el día bueno, dentro de esta existencia de altibajos de la que estamos constituidos. Un buen símil de la vida misma sería, por ejemplo, la vertiginosa montaña rusa. Subimos hasta el punto más alto, éste en el que me encuentro hoy, claro que después vendrá la caída en picado, con la salvedad que siempre volveremos a elevarnos una y otra vez. Conozco a personas que ante una racha de bienestar, la sufren más que la disfrutan ante el temor de la creencia que después de ésta, vendrán las calamidades. Y aunque así fuera, para llorar siempre habrá tiempo. ¿Que hoy estamos a gusto y felices? Maravilloso, goce de cada minuto del lado positivo de la vida, Y hágalo aún con más motivo si a su alrededor hay factores empeñados en amargarles el dulce. Ni los pleitos insulares, ni la escasez de trabajo, ni las injusticias sociales y ni mucho menos su jefe o su cónyuge. Para los 2 días que estamos en este mundo, si un par de horas nos tocan buenas, agárrelas muy fuerte y degústelas despacito."


Justo unos días después, saludaba a los oyentes casi con las mismas palabras, pero en plena caída de mi montaña rusa...


"Buenos días. Hay ocasiones en las que uno, sin darse cuenta, se levanta con el pie izquierdo y a partir de ese momento nada marcha sobre ruedas. Te miras por la mañana al espejo y tu cara te indica que no tiene remedio, que no existe solución. Recuperas todos los dolores olvidados y nada de lo que te pongas parece sentarte bien. Cuando asomas por el trabajo, te da la sensación de que nadie te ha visto y ofreces los buenos días con la boca pequeña y casi en silencio. A media jornada, intentas entonarte tarareando algún bolero, pero lo único que consigue es ponerte aún más melancólica. Tus energías se quedan estancadas, no salen a flote y afrontas la labor con cierta desgana. Te mueves lentamente, con cansancio, la mente está embotada y no hay forma de que surgan las ideas. No tienes ánimos para gastar bromas, tiendes a estar callada y crees que el mundo está contra tí. Te infravaloras y no confías en tus posibilidades, tu cuerpo está aletargado y tremendamente pesado. ¡Que panorama tan poco alentador!... Es, sin duda, la otra cara de la moneda. Es una idéntica descripción pero con sentimientos contrapuestos a la realizada hace justo una semana en este mismo espacio. Por regla general, una mezcla de estos dos estados de ánimo, es decir, la euforia y el decaimiento, es la tónica habitual de nuestro existir diario, y así, vamos tirando mientras el cuerpo aguante. Quien sin duda aparece reconfortado tras adquirir la enrome responsabilidad de dirigir a un país es José María Aznar. ¿Se han fijado ustedes cómo, desde que ocupa las escalinatas de la Moncloa como anfitrión, regala a sus invitados y por ende a los reporteros gráficos, esa suerte de sonrisa cómica, un poquito exagerada, que le encoge los ojos y le eleva el bigote, mostrando una generosa dentadura? El Sr. Aznar sonríe sin medida, aunque los que le rodean se muestren serios y cabizbajos, sonríe sin parar, como si la responsabilidad fuera un traje a su medida, o como quien cree que los problemas del país tienen clara y pronta solución, sonríe en día bueno y en día malo y sonríe, además, a pesar de su desesperado asesor de imagen. Yo, que quieren que les diga, hoy me he levantado con el pie izquierdo y él se ríe."


Habrán notado que descargué toda mi ira de ese día con el pobre Aznar ¿Estará todavía riendo?

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