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Mostrando entradas de febrero, 2010

EL ELIXIR DE LOS SENTIDOS

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Cuelgo aquí uno de los textos con el que disfruté enormemente, en todos los sentidos je,je. De nuevo el vino como hilo conductor. No me costó ningún esfuerzo dejarme llevar por la embriaguez del momento. Sin duda, estas líneas tienen una dedicatoria especial Hacía calor. Pero no ese calor pegajoso y asfixiante de los meses de verano, sino esa tibieza revitalizante que te hacía desear que los rayos del sol mordisquearan tu piel. El primer impulso fue estar cerca del mar, sentir su brisa y escuchar sus rumores, pero todavía sin tocar el agua, aún fría en el mes de Abril. Por fin estábamos solos, los niños de campamento, y con toda la jornada por delante para dejarnos llevar antes por las sensaciones que por los sentimientos, que ya estaban asentados ante el deseo infinito de estar el uno junto al otro. Se hacían imprescindibles las gafas de sol y el CD de Pat Metheny, que sonaba en el coche envolviendo el paisaje que nos conducía, entre lava y tuneras, siempre hacia el norte, sólo nos

Las mujeres y el vino

Esta es una pequeña reseña que sobre el papel de la mujer en la viticultura me pidieron para la revista que dedicaba su número a los caldos de nuestra tierra. La familia de mi madre se dedicó a la producción del vino en el Monte, en Gran Canaria, así que sabía de primera mano como se desenvolvían en ese mundo tan masculino... "Me contaba mi madre que ninguna mujer (ni dueñas ni empleadas) podía entrar en la bodega, y mucho menos durante “esos días”. Los hombres decían que se “picaba” el vino , y así se creyó y se cumplió a rajatabla durante mucho tiempo.  En el lagar, los pies desnudos de los jornaleros o de los parientes, trituraban la uva. Eran ellos quienes podaban, azufraban o despampanaban los racimos, quienes vendimiaban y quienes elaboraban los caldos según las distintas variedades para lograr unos intensos tintos, unos afrutados blancos, los rosados tradicionales y los imprescindibles dulces. Finalmente, los degustaban dentro de su universo esencialmente masculino,

“Guacimeta, 11 de noviembre. Estoy en el aeropuerto, a punto de marcharme. Esta vez, me voy de casa”

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Hace más de un año que hablaba así de la isla y del impacto que ha causado a miles de personas que, como yo, fuimos acogidas por su embrujo cautivador. El título fue escrito en el propio aeropuerto y en esa ocasión sentía que las cosas habían cambiado... Han pasado unos pocos años para que Lanzarote, como una madre acogedora, abra sus entrañas para engullirme y reconvertirme, así, en conejera de adopción. Pero no soy la única, a lo largo de su historia, y especialmente durante el último siglo, la isla ha ejercido como un imán sobre los espíritus abiertos, creativos o noveleros (como es mi caso). ¿Cual puede ser su magia? He contado con la oportunidad de preguntárselo a personas que, de diferentes procedencias, tomaron en su día la decisión de quedarse. (Era un puro engaño. En realidad la isla les escogió a ellos). Conocí a Daniel, que la soñó, de chico y sin saberlo, en sus pesadillas madrileñas. Vió las montañas negras atravesadas por el asfalto. Cuando vino por primera vez, supo q

¿Me conoces, mascarita?

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Llega Febrero, los cumpleaños de mis hijos (Víctor se hará en 15 días mayor de edad. Sólo de pensarlo, me da vértigo) y los carnavales. Ante la propuesta de colaborara con Mass Cultura, recordé lo importantes que han sido estas fiestas en mi vida. Me puse romántica al rememorar la historia de amor de mis padres, que se conocieron precisamente en un baile de máscaras. Todo lo que cuento es real y espero que a mi madre le haga ilusión verlo impreso Eras los grises y escasos 50. El obispo Pildáin, un vasco que vivió y sintió Canarias durante décadas, marcaba las pautas morales de aquellos años de nacional catolicismo. Cuentan que tenía una especial animadversión hacia todo lo que oliera a carnaval, que por aquel entonces se enmascaraba en las denominadas Fiestas de Invierno y que se circunscribía a los bailes de máscaras que se celebraban en las distintas sociedades recreativas de las islas. Tanta fuerza debía de tener este espíritu transgresor nuestro, que ni las prohibiciones, ni