BAR LA RIVERA

Y de nuevo amigos. Cada viernes, desde hace ya varios años nos reunimos en el Charco con nuestros hijos y con nuestra vida. La Rivera nos hace sentir como en casa. Que menos que incluirlo en la lista de bares con encanto...






"Para poder disfrutar de sus tapas, no hace falta ir muy lejos, al menos si usted reside en Arrecife. Hasta hace bien poco, había sitio para aparcar el coche de sobra. Y es que este rincón ha experimentado, como tantas otras zonas de la capital, distintas remodelaciones que han conseguido ir eliminando plazas de aparcamiento en beneficio del peatón ¿Y de los parkings privados?


Tendrá usted que acercarse a las orillas del Charco de San Ginés y allí encontrará, entre el Ginory y el Leito de Proa, la casa de Pepe o la de su hijo Fran. Ellos no viven allí, pero casi. El nombre del establecimiento no tiene ciencia: “La Rivera”, sólo porque ahí se encuentra, siendo testigo de primerísima fila de las subidas y bajadas de la marea y del desfile de personas que cada día pasean por su avenida.

 Sentarse en una de sus mesitas exteriores siempre es una novelería. A pesar de estar en el centro de la ciudad, parece que allí se ralentiza el tiempo. Siempre hay un rato para un saludo, para un comentario y para una cervecita, que te sirven bien fría sobre todo en verano.

 Los que llevamos años yendo hemos formado casi una familia, que convive con los que lo descubren por primera vez, o acuden de forma esporádica para no olvidarse que todavía quedan rincones donde la prisa no existe.

La cocina, casera, se apaña con cosas sencillas.¡Fran! ¿Qué tenemos hoy para picar? Si me dice tortilla con calabacines, hecha por su madre, le digo que me guarde una porción. Vendrá acompañada de sus rodajas de pan y tenedores en una cesta. También puede probar con los tollos picantones o con las carajacas. A mi me encantan los tacos de pescado rebozado, adornados con sus papitas arrugadas y el mojo verde.

 Y después, conversación sin fin con la tranquilidad de saber que nuestros niños juegan sin peligro cerca del mar y lejos de los coches. Como postre, me basta con la sonrisa de Pepe que consigue que me sepa a gloria su saludo “¿Qué pasó, canariona?

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