Crónica de un encuentro anunciado

Tengo muy gratos recuerdos de este acto al que asistí hace ya unos meses en la nueva sede de la Fundación César Manrique en Arrecife. Se me ocurrió redactar lo que me inspiraba guiada por mi profunda admiración al maestro Saramago, despues de conocer la hermosa historia, literaria y cruel, que unió en la isla a los dos personajes. Uno, autor de novelas, otro, víctima durante años del secuestro por parte de la guerrilla colombiana





“Toda mi existencia de hombre y de escritor queda justificada por ese momento. Gracias, Sigifredo” Sigifredo lo miraba con arrobo, intensamente: “Gracias a usted, maestro, por su ejemplo de vida, reflejado en su obra”. A José Saramago le costaba hablar, en parte por su bronquitis, sobre todo por su emoción no contenida. El verdadero encuentro tuvo que producirse unas horas antes, quizás unos días antes. Sin micrófonos, sin cámaras, en el calor de su casa de Tías. Me imagino las lágrimas, los abrazos, las manos… Miles de kilómetros, conquistador y conquistado, escritor y abogado, premio Nobel y secuestrado. El poder de los libros, el estigma de la palabra, herramienta utilísima para la transmisión de ideas. ¿Cómo se sobrevive a la falta de libertad, Sigifredo?” Sin odio, bueno, solo una vez, cuando mataron a mis compañeros. Dejé de recordar las pequeñas y grandes cosas de mi vida, y me sumí en la desesperanza. Pero resurgí de las tinieblas y decidí luchar por el dialogo real y la paz. Y llegó Piedad, la senadora defensora de las causa perdidas y me entregó a los brazos de los míos, pero allí, en la selva, quedan cientos de presos políticos, presos de nadie, hartos de contribuir a este conflicto absurdo que dura más de 50 años. ¡La Gran Colombia, manchada de muerte y sufrimiento! Como Fray Luis de León, hay que continuar la lección justo donde la dejamos, no importa el tiempo ni las renuncias. Don José prolonga los silencios, le sorprende la serenidad del político, todos compartimos en momento. Cuando contó que le gustaba leer, Sigifredo empequeñeció ante el literato. Recordé Ensayo sobre la Ceguera, relato inspirador y clarividente ¿Cuántos ojos se han posado sobre sus líneas? ¿Cuántas mentes se han despojado de las sombras que nos atontan? Personajes que ya son de carne y hueso, que viven entre nosotros, literatura en estado puro. En esa blanca sala que tiene la Fundación en la Plazuela éramos muchos y éramos diversos, cada uno de nosotros hecho de las influencias de lo que nos rodea y sobreviviendo juntos en tiempo real. Oí la palabra dignidad, ante lo que uno es, ante las ideas, ante la tortura, ante las presiones del dinero. Debe ir tan adentro, en el genoma humano, que es lo único que no pueden arrebatarnos. Sigifredo, arropado por su familia, nos dijo a nosotros y al mundo que trabaja sin rencor por el entendimiento entre las partes. A eso pone ahora en servicio su vida. El anfitrión se marchó rápido y sigilosamente, acaso con el deseo de calzarse sus zapatillas, satisfecho de su vida consecuente, para romper a llorar largo y tendido sobre el hombro de Pilar.


Sensaciones del encuentro entre José Saramago y Sigifredo López en la Fundación César Manrique bajo en título: “Testimonio de un encuentro: un futuro en paz para Colombia”

Nuria Magrans para Mass Cultura Abril 2009

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