yo confieso

De vuelta con la primavera. Será que tantas noticias sobre el nuevo papa Francisco me ha puesto un poco mística y me reclino ante todos para divagar entre las letras...







Estoy en la hora en la que el jazz me envuelve, acogedor, entre sus notas. La música logra poner a mi alma en zapatillas de punta y recorro las emociones más profundas, el mundo se detiene... y pienso.

Yo confieso mi hartazgo. Hartazgo de no poner en mi vida toda la primavera que se estrena desafiante, y con ella las ganas de renacer. Hartazgo de mi presbicia y de mi desidia, de no poder ver con claridad el enfoque de mi futuro inmediato.

Yo confieso mi decepción. Decepción con mayúsculas. No he sabido afrontar la crisis con ideas innovadoras para ganar dinero disfrutando como lo hacía mientras me pagaban, precisamente, por generar ideas. Decepción del sistema que desperdicia mi experiencia y que me retira anticipadamente, sin darme tiempo a imaginar mi vida sin contribución social.

Y confieso mi rencor. Rencor hacia mis debilidades, mi dejadez, mis incapacidades...

De pronto sé que la vida iba en serio:

        "Que la vida iba en serio
          uno lo empieza a comprender más tarde
          -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme
          la vida por delante.


          Dejar huella quería
          y marcharme entre aplausos
          -envejecer, morir, era tan sólo
          las dimensiones del teatro.

          Pero ha pasado el tiempo
          y la verdad desagradable asoma;
          envejecer, morir,
          es el único argumento de la obra."               (Jaime Gil de Biedma)

Les confieso, pese a todo, que estoy bien, diría que muy bien. El piano que suena lo pone todo en su sitio, las nubes, la calma, la libertad. La vida va tan en serio que pienso hacerle caso: me dejaré llevar despacito, sin molestarla, para que me dure sin sobresaltos.

Solo pienso, luego escribo...

                                                       

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