El Kalle Blomkvist de los cojones

Es lo que tiene ser novelera, y estar deseosa de dedicar unas cuantas horas a la introspección personal. Me atrapó Millennium, casi sin querer, aunque sospecho que ya estaba escrito para que así fuera...

." Contaba con todos los ingredientes: escritor muerto repentinamente antes de saborear el éxito de su primera novela, editores avispados que supieron promocionarla, una historia moderna y puramente cinematográfica con personajes originales que se mueven en una de las sociedades más avanzadas del mundo. El clásico best-seller.

 Mi vida laboral había vuelto a dar un giro y sobraba el tiempo libre ( en realidad, el tiempo nunca sobra. Siempre está ahí acechándonos) así que recordé la experiencia de una amiga lectora que, entregada por completo a la trama, retozó con su pareja mientras leía y no cerró el libro casi hasta el momento del clímax. Uummm, pensé, me vendrá bien un poco de entretenimiento. Los tres enormes tomos cayeron en pocas semanas. Mientras, pasé calor, tomé unas cuantas cervezas, viajé a la isla que, al parecer, todo lo tiene, me olvidé del reloj y casi dejé de ver la tele, pero les prometo que al sexo lo abordé con todos los sentidos (¡Menos mal! dijo Carlos).

 Cuando vi por primera vez la foto de su autor, Stieg Larsson, me resultó extrañamente familiar. Me recordó a los guiris que había conocido en los 80 en las discotecas del Sur, y fantaseé con que alguna vez, nuestras vidas se hubieran encontrado, sólo por el puro placer de conversar (la cosa resulta harto imposible, primero, la dificultad idiomática y segundo ¿Estuvo en alguna ocasión Larsson en Canarias?)

Admiro a la gente imaginativa y esta historia lo es, pero también describe de forma muy cercana a la realidad como funcionan, incluso en las democracias más consolidadas y fuera de sospecha, los grandes poderes en los que se sostiene nuestro sistema. Se conjuga el dinero, la política y los medios de comunicación ¿Les suena? A pesar de toda esa presión, el protagonista se esfuerza por salvaguardar los valores que hacen avanzar a nuestra civilización. Parece que saben a rancio las palabras lealtad, honestidad, dignidad... Con esas armas ganaron los buenos. Así se reaniman los ánimos de ser como ellos, poner nuestras tribunas al servicio de un mundo mejor y más justo.

 El asunto acabó en el tercer tomo. De nuevo en casa, mientras hago lavadoras mil, me encuentro una vez más con la literatura. Esta vez, Vázquez Montalbán, un librito lleno de moho que encontré en las estanterías de mi padre. Me lleva a la Cataluña de los años 70, mientras agonizaba el dictador. De pronto recordé las vacaciones de Zapatero aquí en la isla, con mucho tiempo para la lectura: ¿Que páginas habrá ojeado?

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