razones (o no) para venir a Lanzarote


Justo hace un año me pidieron una pequeña lista que después quedó reflejada en la revista de una forma muy curiosa: cada razón aparecía en una esquina de la página en el número de Diciembre de Mass Cultura. En ella hablé de las cosas que me gustan a mi y a miles de personas. Quizás ahora la relación sería distinta, no sé... Una cosa es segura, la isla sigue siendo esencialmente bella.



"Porque está en el mapa, tiene un aeropuerto mejorable pero funcional, en su puerto caben 2 ó 3 barcos grandes y porque se promociona en las agencias de viaje. Pero también merece venir para encandilarse con su luz, sorprenderse con sus contornos, impresionarse con sus contrastes. Permite estar en ella los días suficientes para recorrer sus vericuetos, aunque nació chinija para ser más acogedora e ir de norte a sur antes de que se ponga el Sol, y aprovechar así el espectáculo constante de sus amanecidas y de sus atardeceres. Cerca de sus costas, siempre el mar, y las casitas blancas con puertas azules vigilan la marea, acostumbradas a sus vaivenes que mecen los barcos y que mantienen vivo su pasado marinero. La atracción que ejerció ante el mundo propició que allí también crecieran en forma de hoteles y apartamentos nuevas maneras de disfrutar del entorno, aunque las playas quedaran constreñidas en el modelo repetido de otras urbanizaciones turísticas en las que prima “llenar a toda costa”. Para nosotros, siempre nos quedará Famara, la bella… y Caletón Blanco, y Tenésara, y Caleta Caballo y Playa Quemada (No sigo para no desvelar todos los secretos).
Si subimos al campo (lo de subir es un decir, en una isla casi llana como ésta) las puertas y ventanas se tornan verdes y es el rofe negro, a veces rojo, quien intensifica el color del cielo. Las tierras dispuestas y limpias nos muestran el milagro de la vida: las papas de Los Valles, las batatas de San Bartolomé, las palmeras de Haría, las vides de Tinajo, las tuneras de Guatiza. Se alzan cómo vigías los volcanes, que aún conservan el rescoldo de sus recientes erupciones. Nos esperan sus dos capitales, la antigua y la nueva. La Villa mantiene intacto todo su señorío y a veces paseando entre sus callejuelas uno cree que se ha parado el tiempo. Arrecife lo tiene casi todo por hacer, pero disfruta de una marina envidiable rematada por el Charco de San Ginés, en donde se concentran todos los sentidos…
Y razones para vivir…
El eterno telón de fondo de Puerto Naos, las compras sosegadas, las distancias cortas, las casas bajas y amplias, el caldo millo, las viejas de El Golfo, el malvasía de La Geria, las partidas de bolas, las estrellas en El Islote, la visión de La Graciosa y sus hermanos, Fuerteventura nítida desde Femés, el encuentro de comunidades, la playa al lado, la excursión a Gallo, las cholas y los pantalones cortos, las risas con los amigos, el espíritu de César…"


PD: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia aunque, paradójicamente, todas esas coincidencias se dan.


Nuria Magrans para Mass Cultura Diciembre 2008

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