DE BROOKLYN A TAO PASANDO POR EL CHARCO


Tuve la oportunidad de conocer a Fernando Fuenteamor durante una sobremesa muy agradable en la casa de Martín y Carmen, nada menos que en la rivera del Charco. Este artículo fue escrito para publicarlo en el número de Junio de Mass Cultura pero, de momento, no ha visto la luz. La revista duerme apaciblemente mientras llegan mejores tiempos. He querido compartir con ustedes este trozo de conversación...






"4'30 de la tarde. Precioso lunes de Mayo en la rivera del Charco. Luce tranquila, como si las prisas y el estrés no fueran con ella. Una rivera que este año acogió a libros y libreros y también a los hacedores de historias, deseosos de compartir sus letras enhebradas con los que no hemos perdido la curiosidad por saber y sentir.

Allí, con las barquillas mecidas por la calma chicha, tuvo lugar el encuentro. Ya teníamos el telón de fondo y como atrezo, café, bizcocho de naranja y chocolate y Las Colinas de Brooklyn, 656 páginas que condensan la primera novela de Fernando P. Fuenteamor, hombre que nació castellano pero que se curtió en esta isla de fuego durante 22 largos años.

Fué la vorágine del crecimiento y su título de técnico en empresas turísticas lo que lo colocó al frente de un complejo hotelero mientras quedaba fascinado con la visión de La Geria y por las garbanzas de D. Santiago Hernández, el de La Puntilla. Así, como tantos, se hizo conejero de adopción.
 
Ahora, mientras vive en Madrid jubilado para el oficio pero no para el trabajo (Escribe minuciosamente cada día, mañana y tarde) vuelve a casa con una historia de amor que dura, precisamente, 20 años. Aunque ubicada dentro de una colección de temática LGTB, “Las Colinas de Brooklyn” sale del armario sectario para abrirse al gran público en forma de novela clásica, con diálogos muy trabajados, casi de guión cinematográfico. El escenario: La ciudad de Nueva York, recreada al detalle durante los innovadores 80.

Pablo, jóven, gay y español encuentra junto a su nueva pareja la manera de enfrentarse al mundo, a pesar de su falta de determinación. Fernando sonríe satisfecho, le anuncian que está en marcha la segunda edición y sabe que aun queda mucha promoción por hacer. Acaricia sus tapas, sabedor de que guarda su esencia, ya compartida, y hablamos de muchas cosas, por ejemplo, de su pasión por la ciencia-ficción y de aquellos fancines sometidos a la censura franquista que él realizaba nadando en el caldo de cultivo de lo que después se denominaría “movida madrileña”.

El autor, con nombre de protagonista de folletín romántico, tiene, según confiesa, la desvergüenza de opinar sobre los libros de los demás. Fuenteamor es actualmente crítico literario a través de la página web Divertinajes.com con su sección “El prado eléctrico”. Para hacer su trabajo, claro está, debe leer, dedicándose a esos libros segundones, discretos, perdidos en estanterías mil. Para él tiene que ser casi como amor a primera vista, primordial la solidez de su esqueleto: El título. No soporta los buenos relatos mal titulados y yo apostillo vulgarmente “Es como ir bien vestido y mal peinado”. En ese maremágnum de lecturas, aparecen tesoros que desentierra Fernando y que intercambia con nosotros. Es lo que tiene seguir a los críticos, a veces hay que hacerles caso.

La tarde transcurre apacible y en su mente bullen las ideas. Amante de los títulos, ya tiene el que encabezará su nueva novela : “La inocencia del verdugo” , una vuelta a su infancia y juventud en Guadalajara, con internados donde conoció la hipocresía clerical, todo con la nitidez que dan los años a la mirada interior.

En su reciente visita a Lanzarote florecieron sus deseos de ambientar en la isla su siguiente obra. No le ha pillado por sorpresa la apertura de las cloacas de la corrupción insular, y así, conociendo bien a los personajes y sus circunstancias, ha nacido “Tao”, el proyecto de convertir a César Manrique y a Dimas Martín en las 2 caras de una misma moneda. Lanzaroteños y coetáneos, amaban a la isla e intervinieron en ella. Mismo objetivo, con acciones bien diferentes. Manrique nos enriqueció a todos pero Martín enriqueció a los suyos.

Se lleva a Madrid y a su ordenador la retina llena para plasmar, con la ecuanimidad que da la distancia, la historia de 2 hombres y un destino. Por si fuera poco, se entretiene en los diálogos de una miniserie para televisión con lo peor de las folclóricas. Habrá mojo con morena. Se me ocurre preguntarle: Oye, Fernando ¿Cual crees que es la actual capital cultural del mundo? Y con la seguridad de quien ha vivido mucho y bien, responde: Internet. De nuevo tiene razón. Nos intercambiamos nuestras direcciones de correo electrónico, nos despedidos cariñosamente, y me puse a pensar en el título de mi artículo, por si acaso..."

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