¡Quien te ha visto y quien te ve! Puerto Naos: una historia olvidada
Sí, tengo suerte de vivir aquí, tan cerca del mar. Impagable salir o llegar a casa. Cada mañana Puerto Naos me regala un espectáculo diferente. Cuando lo miro, pienso que allí nació la ciudad, fue su principal motor económico. Ahora hay proyectos ¿Se eternizaran como suele ser habitual? Este es un texto con el que me emocioné mucho...
"Cuenta la historia que el puerto fue refugio de piratas y que a su abrigo se instalaron los primeros pobladores, ávidos de encontrar el modo de huir de los rugidos inexplicables que emanaban hace más de dos siglos de las entrañas de la tierra. Fue testigo también de asaltos y batallas, y acogió una intensa vida militar que coexistía con los que se ganaban la vida aprovechando el trajín de tantas idas y venidas. La necesidad de comunicación y el intercambio de víveres hicieron el resto. Pronto, la cala de Puerto Naos se convirtió en el corazón mismo de la nueva y pujante capital de la isla. Allí atracaron, rumbosos, entre muchos, “sirena”, “rosita” o “relámpago” y las oportunidades de la pesca atrajeron a muchos hombres y mujeres que olvidaron los duros campos para aprender, a costa de ausencias y de salitre incrustado en la piel, la ley implacable del mar. En sus riveras florecían pequeñas industrias: las salinas, imprescindibles para la conservación de las numerosas capturas, las herrerías que contribuían con mucho ingenio a la reparación de los barcos, las carpinterías dando grandes nombres al oficio y después, las conserveras. Muchos arrecifeños buscaron un futuro mejor en sus orillas y la bahía de Naos acogió a la mayor flota pesquera de Canarias. Pero como saben, nada es eterno. Problemas de relaciones internacionales y la esquilmación de uno de los bancos pesqueros más importantes del mundo fueron desmantelando, casi sin darnos cuenta, el hasta entonces principal motor económico de la isla. También llegó la desalación del agua y con ella la posibilidad de explotar con éxito sus posibilidades turísticas, que terminó de llevar al traste prácticamente a todo el sector primario de Lanzarote. Así, Arrecife creció rápido y mal y enseguida aprendió a olvidarse de sus raíces marineras. Puerto Naos se fue quedando sólo y se mantiene engalanado con algunos atuneros y los barquillos de aquellos que aún están en contacto con los recuerdos de su infancia, tan vinculados a su entorno. Todavía es posible ver a padres que enseñan a sus hijos el arte de la pesca, y jubilados con mucho trabajo a sus espaldas se asoman por allí y disfrutan cuando hay alguna descarga, quizá rememorando las toneladas de antaño. Ya no hay industrias, las ferreterías sobreviven con los aficionados náuticos, y están en pie un par de baritos que consiguen que en un lunes a media mañana, uno se olvide del tiempo. Tan cerca, y tan lejos… Pero muchos, han descubierto sus atardeceres, o sus mediodías, o sus madrugadas…Nunca es igual, cambian los colores del cielo, la tonalidad de la poca arena amarilla, los vaivenes de las chalanas chillonas, las gaviotas, dueñas y señoras del lugar desde hace generaciones, y el recio castillo al fondo. Cientos de turistas de crucero lo habrán comprobado, pero, eso sí, sin dejar de mirar por el rabillo del ojo por si un coche despistado se los lleva por delante. Después, casi pierde su nombre, los jóvenes iban ahora a la “explanada”.Aprovecharon ese espacio para consumir barato: consumían metros cuadrados como punto de encuentro y de ocio, cenaban comida rápida, oían música con altavoces en el maletero pero también consumían ruedas, gasolina y alcohol. Ante no saber que hacer, Puerto Naos se cerró. Ya no transitan los vehículos, ni las personas… Algunos días, cuando me paro a mirarlo, tan limpio y tan sólo, imagino que debe sentir mucha añoranza…"
Nuria Magrans para Mass Cultura Noviembre 2008
"Cuenta la historia que el puerto fue refugio de piratas y que a su abrigo se instalaron los primeros pobladores, ávidos de encontrar el modo de huir de los rugidos inexplicables que emanaban hace más de dos siglos de las entrañas de la tierra. Fue testigo también de asaltos y batallas, y acogió una intensa vida militar que coexistía con los que se ganaban la vida aprovechando el trajín de tantas idas y venidas. La necesidad de comunicación y el intercambio de víveres hicieron el resto. Pronto, la cala de Puerto Naos se convirtió en el corazón mismo de la nueva y pujante capital de la isla. Allí atracaron, rumbosos, entre muchos, “sirena”, “rosita” o “relámpago” y las oportunidades de la pesca atrajeron a muchos hombres y mujeres que olvidaron los duros campos para aprender, a costa de ausencias y de salitre incrustado en la piel, la ley implacable del mar. En sus riveras florecían pequeñas industrias: las salinas, imprescindibles para la conservación de las numerosas capturas, las herrerías que contribuían con mucho ingenio a la reparación de los barcos, las carpinterías dando grandes nombres al oficio y después, las conserveras. Muchos arrecifeños buscaron un futuro mejor en sus orillas y la bahía de Naos acogió a la mayor flota pesquera de Canarias. Pero como saben, nada es eterno. Problemas de relaciones internacionales y la esquilmación de uno de los bancos pesqueros más importantes del mundo fueron desmantelando, casi sin darnos cuenta, el hasta entonces principal motor económico de la isla. También llegó la desalación del agua y con ella la posibilidad de explotar con éxito sus posibilidades turísticas, que terminó de llevar al traste prácticamente a todo el sector primario de Lanzarote. Así, Arrecife creció rápido y mal y enseguida aprendió a olvidarse de sus raíces marineras. Puerto Naos se fue quedando sólo y se mantiene engalanado con algunos atuneros y los barquillos de aquellos que aún están en contacto con los recuerdos de su infancia, tan vinculados a su entorno. Todavía es posible ver a padres que enseñan a sus hijos el arte de la pesca, y jubilados con mucho trabajo a sus espaldas se asoman por allí y disfrutan cuando hay alguna descarga, quizá rememorando las toneladas de antaño. Ya no hay industrias, las ferreterías sobreviven con los aficionados náuticos, y están en pie un par de baritos que consiguen que en un lunes a media mañana, uno se olvide del tiempo. Tan cerca, y tan lejos… Pero muchos, han descubierto sus atardeceres, o sus mediodías, o sus madrugadas…Nunca es igual, cambian los colores del cielo, la tonalidad de la poca arena amarilla, los vaivenes de las chalanas chillonas, las gaviotas, dueñas y señoras del lugar desde hace generaciones, y el recio castillo al fondo. Cientos de turistas de crucero lo habrán comprobado, pero, eso sí, sin dejar de mirar por el rabillo del ojo por si un coche despistado se los lleva por delante. Después, casi pierde su nombre, los jóvenes iban ahora a la “explanada”.Aprovecharon ese espacio para consumir barato: consumían metros cuadrados como punto de encuentro y de ocio, cenaban comida rápida, oían música con altavoces en el maletero pero también consumían ruedas, gasolina y alcohol. Ante no saber que hacer, Puerto Naos se cerró. Ya no transitan los vehículos, ni las personas… Algunos días, cuando me paro a mirarlo, tan limpio y tan sólo, imagino que debe sentir mucha añoranza…"
Nuria Magrans para Mass Cultura Noviembre 2008
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