quiero ser como Astrid
No sé quien influyó más, si la educación de mis padres, el catolicismo forzoso que me enseñó o la predisposición genética a ser "marisabidilla". Que quieren que les diga ¡Me gusta cumplir las normas!. Así es, aunque en los últimos años pudiera convertirme, ante los ojos atónitos de amigos, conocidos y funcionarios, en la defensora de las causas perdidas. Tuve la suerte (trabajada, eso si) de contar con pequeñas atalayas mediáticas que acrecentaron en mí la responsabilidad social de los que hablamos durante horas ante un micrófono. Me sentía escuchada y opinaba con pasión y con respeto. Viví con emoción todo el proceso del cambio siendo adolescente y destinada como estaba a la lectura diaria de la prensa, confié en la democracia que estrenábamos, hecha de leyes que nos daban derechos y obligaciones a todos, a todos... Haré una lista resumida de mis defensas personales impregnadas, ahora lo sé, de mi visión idealizada del mundo que soñé una vez: Creo en el voto de cada